De todos los albañiles el más experimentado era era el maestro de obras, que además de estar muy bien pagado, solía trabajar en varios castillos a la vez y viajaba de un lado a otro para supervisar planos y obras. Este maestro tenía una gran responsabilidad pues en la construcción de los castillos más grandes podía llegar a tener bajo su mando a más de un millar de albañiles y obreros.
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