jueves, 20 de agosto de 2009

5. La Interpretación Bélica de la Historia


Inauguro con este artículo una etiqueta que es para mi muy importante: “Historia”, y esto se debe a dos motivos específicos. El primero es de nacimiento, ya que desde que tengo uso de razón he sentido un amor incondicional por tal ciencia; y el segundo es de formación, puesto que luego de muchos años he logrado que ese amor se convierta en mi profesión.

Así pues, a partir de esta etiqueta publicaré distintos artículos relacionados con la historia (sobre todo medieval) tratando de no privarme de nada, escarbando en cuestiones tanto de “metahistoria” como de divulgación científica.

Sin embargo, antes de que comience, debo aclarar algo que es vital, y es la mirada general, filosófica y por qué no subjetiva, que voy a tener de los temas a tocar. Postulo aquí una idea que no es mía, pero que condensa buena parte de mi “punto de enunciación”. Ya hace tiempo el filósofo español Ortega y Gasset expuso una “interpretación bélica” de la Historia en contrapunto a la clásica “interpretación económica-marxista”. En este sentido, vale la pena aclarar que el “motor histórico” en común sigue siendo “la lucha”, pero en la interpretación bélica, el hombre es un mero instrumento.

Mi objetivo será estudiar la historia de la humanidad en el desarrollo de sus armamentos (como ha sugerido alguna vez el reconocido sociólogo ruso-americano Pitirim Sorokin ) de sus guerras, y en sus cambios y permanencias producto del constante devenir de nuestra sociedad, en gran medida violenta.

Poco o nada se ha profundizado en el tema, por lo tanto me veo en la obligación de aclarar el concepto de lo que yo llamo la “dinámica de la violencia” que impulsa (junto con muchas otras variables) a los seres humanos y a su historia. Un ejemplo de esta perspectiva de explicación puede ser la siguiente: siempre se ha sostenido que las fuerzas armadas (en todas sus formas y épocas) han sido la gran herramienta del Estado[1] para imponer coerción, disciplinando a las masas, asegurando el dominio de “clase” y protegiendo incluso su supervivencia ante un agresor externo. Podemos pensar que una es la consecuencia de la otra. Pero qué sucedería si invirtiéramos la ecuación y sostuviéramos que fueron las fuerzas armadas[2] las que constituyeron al Estado. He aquí una interpretación bélica de la historia. En sociedades primitivas los grupos, bandas o tribus no necesitaban de una organización política compleja, dado el estado de libertad absoluta que poseían, pero al extender su dominio sobre algún territorio de caza superando bélicamente a otros grupos competidores o en defensa del mismo activaron en consecuencia la necesidad de organizarse en un poder cada vez más centralizado, construyendo sistemas de seguridad más sofisticados (murallas o parapetos) o concentrando los insumos necesarios (alimentos, armas) para sostener logísticamente a grupos armados de protección.


Otra resultante de este tipo de explicación es la evolución del ejército romano que fue adquiriendo en forma constante toda arma o táctica que pudiera darle la victoria contra sus enemigos (aprendiendo de aquellos mismos), tales como la sustitución del gladius por la spatha ibérica, la incorporación de sistemas de defensa cerrados de infantería, similares a las falanges griegas pero mucho más independientes entre sí. Los romanos también se lanzaron al mar para enfrentar a los barcos cartagineses pero a sus trirremes les incorporaron puentes para abordar a otros barcos...

Podemos seguir con más ejemplos, pero no es la intención de este artículo. Sólo resta aclarar que no busco volver a la historia fáctica de los grandes hombres, el Estado y las batallas, aunque sí recuperar muchas de las epopeyas y personajes que hicieron mella en la historia para entender mejor su contribución al avance y desarrollo de la misma.
Espero fervientemente poder lograr mis objetivos.


[1] Cuando hablo de Estado lo pienso en un sentido muy amplio del concepto, teniendo en cuenta su metamorfosis continua a lo largo de la Historia.
[2] Pensemos el término no en las actuales circunstancias, sino más bien de un modo general, como todo grupo armado con objetivos comunes.
(Fotografía: Herodoto, "Padre de la Historia")

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