Las mujeres cumplían distintas tareas en un castillo. Por lo general se encargaban del mantenimiento y las tareas domésticas, aunque había algunas que participaban en la defensa durante los asedios. A pesar de todo, los castillos estaban dominados por los hombres y vivían en ellos muy pocas mujeres. Una de las más importantes era la mujer del señor. Siempre tenía doncellas y sirvientas a su servicio, que solían ser las esposas de los hombres que trabajaban en el castillo. A excepción de estas últimas, la presencia femenina se limitaba a las trabajadoras, como la cervecera y las lavanderas.
Cuando un señor feudal moría, el control del feudo pasaba a manos del primer hijo varón, pero si éste era todavía demasiado pequeño, o no tenían hijos varones la esposa o la hija se convertían en las herederas y asumían el mando del castillo y de la heredad, lo que les permitía gozar de un gran poder y convertirse en auténticas dueñas y administradoras.
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