Aquí retomamos el tema iniciado en otro artículo de Historia (artículo 10, del 23 de septiembre), en la búsqueda de respuestas de cómo termina el Imperium Romanum Christianum de Occidente en poder de los “bárbaros”. Este hito, que para la historiografía clásica, marca el comienzo de la Edad Media, y que para nosotros es más una continuidad (en ciertos aspectos) que el final de una era, tiene una difícil explicación dada la multiplicidad de factores o variables que intervienen.
Hemos analizado las dos respuestas históricas más comunes al respecto, la “decadencia interna”, que como un tumor destruye sus cimientos; y el agresor “externo” imparable, que aniquila de un solo golpe mortal a toda la estructura imperial.
Pudimos observar que tales sistemas explicativos no pueden cerrarse como forma unívoca de análisis, y esto a su vez nos lleva a ensayar lo que nosotros llamamos una “Interpretación Bélica” del asunto.
Dejamos planteados ciertos interrogantes que no pueden salvarse sin acercar la lupa: uno de ellos fue ¿Cómo tribus bárbaras acabaron por superar al imperio más poderoso de la antigüedad?
Una explicación a priori es observar los cambios en sus formas de encarar las agresiones del período estudiado. El imperio Romano había pasado de una táctica de ataque en guerras expansivas, a una táctica de defensa fronteriza con bastante efectividad (al menos en un principio). Hacia el siglo III después de Cristo, Roma venía de soportar más de doscientos años de enfrentamientos contra pequeños grupos tribales germánicos en clara superioridad. Si bien existían precedentes de derrotas catastróficas en sus mejores tiempos (no hay que olvidar el fin de casi 20.000 hombres al mando del general Varo en los bosques de Teutoburgo, contra los germanos, en época de Augusto) el imperio siempre recuperó sus fuerzas ante sus oponentes.
Una cuestión que resulta un poco extraña es que sucumbiera occidente y no el imperio de oriente, teniendo en cuenta que es este último el que debe enfrentar a formaciones estatales sólidas (el reino parto primero y los persas Sasánidas después).
Ejemplo y precedente de dicho enfrentamiento es la desastrosa campaña de Marco Licinio Craso contra los partos en el 53 a. C. que terminó con su vida y la de sus soldados cerca del Éufrates (de dicha derrota deviene la frase “Craso error”). La situación empeoró todavía más cuando en el año 224 de nuestra era, una revolución en el reino parto ubicó en el trono al jefe de la familia imperial de los Sasánidas, Ardasir I (Artajerjes), familia que aspiraba a recuperar los territorios del antiguo Imperio Persa (Asia Menor, Siria y Egipto). Esta aspiración los enfrentaría a Roma en una lucha que se verá sazonada por la superioridad militar de los persas, quienes poseían el arma más moderna del período, “la caballería pesada acorazada”.
Roma sufrirá varias derrotas sobre todo bajo el reinado del emperador Valeriano (253-260), quien tiene el desdichado honor de ser el primer emperador romano en caer prisionero de sus enemigos (según cuentan, aunque las fuentes son contradictorias, fue obligado a tragar oro fundido y muerto a manos del rey persa Sapor I).
Sin embargo, un proceso de “estabilización” se irá produciendo a partir de los gobiernos de Claudio Gótico, Aureliano, Probo y Caro.
Es con Diocleciano que se sientan las bases sólidas de recuperación de Roma. En el año 293 crea el sistema de tetrarquía con el fin de neutralizar conflictos de pretendientes, divide el imperio en Oriente y Occidente con los cargos de Augustos y Césares en ambos. Cada uno es sucesor del otro. Siempre sabios, los romanos copiarán a su vez a la caballería pesada persa incluyéndola como fuerza de choque en su ejército.
Pero como dice la frase “una cal y una de arena”, un punto en contra en lo militar es la profundización del proceso de “barbarización” del ejército, es decir, la incorporación de germanos y partos, por ejemplo, en sus tropas. Lentamente estos bárbaros, llegarán a ocupar puestos claves de mando (vedados en un principio) de las legiones. Por esta época también, en determinados sectores limítrofes las fuerzas defensivas estarán integradas exclusivamente por aborígenes; e incluso las otras tropas que acompañan al emperador (exercitus comitatensis) o ejército de campaña a caballo, estará compuesto en este período sobretodo por germanos.
Todos estos soldados (guarniciones y ejército) se encontraban al mando de los Magistri militium. Este último puesto terminará también en manos de bárbaros en muy poco tiempo, (el vándalo Estilicón, o el mismísimo jefe de los hérulos Odoacro, quien en el 476 destronó al último emperador Rómulo Augústulo, son la mejor prueba de ello).
Estamos pues al borde de nuestra explicación…
Continuará…
En la figura se observa el enfrentamiento en los bosques de Teutoburgo